La falta de sueño altera el apetito

[vc_row css_animation=»» row_type=»row» use_row_as_full_screen_section=»no» type=»full_width» angled_section=»no» text_align=»left» background_image_as_pattern=»without_pattern» css=».vc_custom_1674730161090{margin-top: 3em !important;margin-bottom: 3em !important;}» z_index=»»][vc_column][vc_column_text]El mal funcionamiento de algunos circuitos cerebrales fomenta el deseo de alimentos hipercalóricos, en caso de escasez de sueño pronunciada.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row css_animation=»» row_type=»row» use_row_as_full_screen_section=»no» type=»full_width» angled_section=»no» text_align=»left» background_image_as_pattern=»without_pattern»][vc_column][vc_column_text]La privación de horas de sueño causa cambios en el cerebro que estimulan el deseo por comer alimentos ricos en calorías, sin un aumento real de la demanda metabólica o del hambre por parte del organismo. Así lo indica un estudio realizado por un grupo de investigadores de la Universidad de California en Berkeley, y publicado en la revista Nature Communications.

Varios estudios epidemiológicos ya habían puesto de manifiesto que el fuerte aumento de la obesidad en el mundo está directamente relacionado con el descenso general en el número de horas de sueño de la población. Sin embargo, hasta ahora no existía una explicación clara del por qué la escasez de descanso nocturno se traducía en un mayor deseo por la comida hipercalórica.

Para tratar de descubrir estos mecanismos, Matthew Walker, Stephanie Greer y Andrea Goldstein examinaron la actividad cerebral de un grupo de voluntarios con distintos números de horas de sueño acumuladas, tras someterles a la observación de fotografías de majares con valores calóricos diversos. Sus análisis pusieron de manifiesto que los probandos que se decantaban por los alimentos más calóricos habían dormido menos y presentaban alteraciones en la actividad cerebral en determinadas zonas encefálicas.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row css_animation=»» row_type=»row» use_row_as_full_screen_section=»no» type=»full_width» angled_section=»no» text_align=»left» background_image_as_pattern=»without_pattern» css=».vc_custom_1674730171120{margin-top: 3em !important;margin-bottom: 3em !important;}» z_index=»»][vc_column][vc_single_image image=»1079″ img_size=»full» alignment=»center» qode_css_animation=»»][/vc_column][/vc_row][vc_row css_animation=»» row_type=»row» use_row_as_full_screen_section=»no» type=»full_width» angled_section=»no» text_align=»left» background_image_as_pattern=»without_pattern» css=».vc_custom_1674730181009{margin-bottom: 3em !important;}» z_index=»»][vc_column][vc_column_text]En concreto, la falta de horas de descanso determinaría tanto un aumento de la actividad en la amígdala (región subcortical que establece en cada momento el comportamiento en la búsqueda de alimentos) como la disminución de las funciones de otras áreas responsables de evaluar qué tipo de alimentos son necesarios para el cuerpo en un momento determinado. Con todo, en el transcurso del experimento los probandos, sometidos a distintos regímenes dietéticos, manifestaron niveles similares de apetito.

Según los autores del estudio, la alteración observada explicaría por qué los sujetos que duermen menos tienden a consumir alimentos con más calorías de las necesarias para compensar el gasto energético provocado por un período de vigilia más largo.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]